Si no has cogido una sartén en tu vida deberías tener en cuenta estas consideraciones:
Cuando compres el pollo para hacerlo a la plancha, compra la pechuga ya cortada en filetes (mejor si es en tu carnicería de confianza). Otra opción muy interesante son los muslos abiertos, deshuesados y limpios, que te puede preparar el carnicero: se hacen igual que los filetes de pechuga pero son aún más jugosos.
A diferencia de la ternera, el pollo se come «bien hecho», por lo que es conveniente hacerle unos cortes para que se haga bien por dentro y por fuera.
Puedes prepararlo sólo con un poco de sal; aliñarlo con sal, ajo picado y el zumo de un limón y dejarlo en el frigorífico toda la noche; con hierbas aromáticas: sal, pimienta negra molida, tomillo y romero (y una cucharadita de mango chutney, como en la foto); o especias: por ejemplo, con sal y curri.
Recuerda que cualquier tipo de carne a la plancha hay que comérsela recién hecha: cuando todo lo demás esté preparado (incluso la mesa puesta) pon el grill a fuego máximo con un chorreón de aceite y cuando esté bien caliente coloca la carne; cuando esté hecha por un lado, dale la vuelta para que se haga por el otro.
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